Abrir los ojos en Tolar Grande, al menos para mi, fue muy especial. Mi cabeza todavía no lograba procesar lo vivido en las últimas 24 horas, pero en todo mi cuerpo había una sensación de felicidad porque esa mañana iríamos a conocer los Ojos de Mar.

A diferencia de los días anteriores, esa jornada empezó bien temprano (8 de la mañana), o al menos bien temprano para nosotros. Desayunamos rápido, acomodamos lo poco que habíamos retirado de los autos en la noche anterior y nos fuimos a pasear. 

Solo 15 minutos, con un vehículo de por medio, es lo que se tarda desde el centro de Tolar hasta Ojos de Mar. El acceso está ubicado sobre la única ruta que ingresa al pueblo, por lo tanto es una parada obligada si llegás a estas coordenadas del mapa. 

El origen de la vida

Como el Renault 4, apodado la ”Bestia Roja”, amaneció con una rueda desinflada, decidimos subirnos los cuatro (Ivan, Pablo, Pablo y yo, Nacho) a la Renault Kangoo, rebautizada “La Foca Blanca”, para viajar hasta el punto turístico. 

Para nuestra sorpresa, el horario de visita es muy limitado: de 9 a 11 de la mañana. Es lo que anuncia el cartel de la entrada, seguido de la frase “evite multas por la tarde”. ¿El motivo? No lo sabemos, ni encontramos a nadie que nos quite la enorme duda. 

Eran las 10 a.m, así que estábamos cumpliendo las normas. Ingresamos a una suerte de estacionamiento, nos bajamos y seguimos caminando hasta el centro de un salar, donde tres espejos de agua nos llamaban la atención. 

Ojos-Mar-Tolar-Grande-Salta

Antes de llegar al sitio tan esperado, vimos otro cartel de bienvenida donde se explica que el lugar se llama Ojos de Mar y, además de ser una belleza, es un rincón histórico para la naturaleza. 

Sucede que en aquellos pozos de agua salada viven, desde hace 3.500 millones de años, unas “cianobacterias” que habrían sido una de las causas por la cual se originó la vida en la tierra. 

Un paseo con responsabilidad

Como podrás ver al final de este párrafo, el cartel también comunica cuales son las normas a tener en cuenta para hacer un paseo con responsabilidad y qué actividades están completamente prohibidas. 

Ojos-Mar-Tolar-Grande-Salta

No hay dudas que es un legado increíble de la naturaleza ese sitio, por lo tanto, depende de nosotros que sobreviva otros 35 mil milenios. 

De nuevo en nuestras aventuras, claramente descendimos hasta el sitio donde están los espejos de agua. Eran tres, de diferentes tamaños y profundidades, pero todos realmente hermosos. 

A su lado permanecimos cerca de una hora. Las charlas iniciales sobre lo sorprendente del paisaje, se fueron diluyendo en silencios absolutos, ideales para disfrutar la tranquilidad del lugar y reflexionar. 

Ojos-Mar-Tolar-Grande-Salta

Obvio que también nos tomamos muchas de fotos. No todos los días se tiene una maravilla natural en exclusiva, sin ningún otro turista en cientos de kilómetros a la redonda. ¡Fue un momento mágico!

Adiós, Tolar Grande

Terminado el recorrido matutino, regresamos al pueblo para iniciar el camino de vuelta a casa. A más de 2.000 kilómetros de Buenos Aires, obvio que sería un regreso con nuevas aventuras, pero ese fue el momento en el que lo iniciamos.

Como les conté en notas anteriores, el plan original era quedarse al menos dos noches en Tolar Grande, visitar el Cono de Arita, explorar el Salar de Arizaro y llegar hasta Mina la Casualidad, pero la situación sanitaria no lo permitió. 

“El Tolareño” se llama el sitio donde nos hospedamos durante una noche. Ideal porque está en pleno centro del pueblo, el cual a simple vista está muy preparado para el turismo, pero que por cuestiones ya mencionadas, lo encontramos desértico. 

Tolar Grande-Salta-Argentina

En pleno mediodía, luego de inflar la rueda “del  4”, dimos una pequeña vuelta por el lugar para entregar algunas donaciones e intentar cargar combustible. Lo primero salió perfecto, pero en cuanto a la segundo, digamos que no fue como lo esperábamos. 

Resulta que solo había 5 litros de nafta en todo Tolar Grande y teníamos el presentimiento que el tanque de la Bestia Roja tenía mucha hambre, es decir, que no bastaría con tan poco combustible para regresar. 

Tolar Grande-Salta-Argentina

No había alternativas. A lo cargado se le agregó un resto que le quedaba a un bidón, compramos algunas galletitas y salimos a la Ruta Provincial 27. Próximo destino: Salar de Pocitos.

Nos encontramos de nuevo, Desierto del Diablo

Ni bien perdimos a Tolar Grande en el retrovisor, el bello e inhóspito Desierto del Diablo nos volvía a sorprender en el parabrisas. El día anterior habíamos transitado la misma ruta, por lo tanto, era un paisaje conocido, pero que inevitablemente nos seguía sorprendiendo. 

En esta segunda ocasión el viaje fue más placentero porque en la ida nos agarró la noche en el camino, pero en ese momento teníamos sol de sobra para detenernos a sacar fotos, explorar algunos sitios y suspirar ante tanta inmensidad. 

Desierto-Diablo-Tolar-Grande-Salta

A todo esto… ¿Cuál era el plan? Hacer un almuerzo pequeño en los vehículos, disfrutando del desierto, para llegar en horas de la tarde a Salar de Pocitos. Obvio que el plan cambió en su totalidad, pero si leísteis las notas anteriores, eso ya no te pudo haber sorprendido. 

En pleno viaje decidimos no parar a comer e intentar llegar a las 17 a Salar de Pocitos, para encontrar alguna despensa de combustible y decidir en qué lugar pasaríamos la noche. 

Desierto-Diablo-Tolar-Grande-Salta

Reconozco que eso sí nos salió casi a la perfección. Salimos del desierto temprano, avanzamos una vez más sobre el gigantesco salar y mucho tiempo antes del atardecer llegamos al destino. Igualmente… ¡Hubo nuevas sorpresas!

Rumbo a lo desconocido

Ni bien ingresamos a Salar de Pocitos nos volvimos a encontrar con Ricardo, el hombre de la posta sanitaria que el día anterior nos recibió las donaciones y quién nos motivó para viajar hasta Tolar Grande. 

Resulta que era la única persona que no dormía siesta en todo el pueblo, a excepción del grupo que se había reunido en la plaza principal para jugar un partido de fútbol. 

Ante nuestra pregunta si sabía de algún lugar para pasar la noche, nos respondió que no tenía idea, y, tras la segunda consulta para saber donde cargar combustible, mencionó que era muy difícil de conseguir en el pueblo. 

Salar-Pocitos-Salta-Argentina

Frente a estas circunstancias, teníamos dos opciones: viajar rumbo a Olacapato, cargar combustible allí, dormir en la casa de Doña Marcela y seguir viaje durante la mañana siguiente, o viajar hasta Santa Rosa de los Pastos Grandes como habíamos prometido. 

Sí, sin tenerte enfrente, ya se cual sería tu elección, pero no coincide con la nuestra. Bajo la aventura de seguir conociendo paisajes nuevos y visitar a los habitantes de Pastos Grandes, que tantas ganas tenían de invitarnos a su pueblo, elegimos la segunda opción. 

Casi de noche, en desconocimiento sobre cuánto combustible le quedaba al Renault 4, nos adentramos en la Ruta Provincial 129, por la cual nunca habíamos transitado. Te adelanto que todo nos salió perfecto, pero hubo muchas novedades antes de terminar el día. 

Dudas y más dudas

Más allá que durante las últimas 48 horas los dos vehículos se portaron muy bien, el comienzo de este nuevo tramo fue complicado. Resulta que el viento lo teníamos por detrás, el aire no ingresaba con intensidad al motor y la temperatura ascendía. 

A eso le sumamos que hubo algunas pendientes. Nada que los valientes pilotos no puedan superar, pero había que viajar lento, haciendo numerosas paradas. 

En plena ruta disfrutamos de un atardecer espectacular mientras hacíamos unos mates, con agua calentada en la garrafa de Pablo, conductor de la Kangoo, chef y mecánico. El sol se escondió rápido pero con mucho glamour. 

Pastos-Grandes-Salta-Argentina

Minutos después las nubes se tiñeron de un color anaranjado, mientras el frío ya se hacía sentir. Todo este espectáculo de la naturaleza concluyó con la llegada de la noche, muy cerrada por aquellos pagos. 

El Renault 4 no volvió a calentarse en exceso y eso fue excelente, pero en pleno cierre de jornada sucedió que no encontramos señales en la ruta y cada vez teníamos más dudas si estábamos avanzando por el camino correcto. 

Dada la incertidumbre, en un momento decidimos detenernos. No había ningún otro conductor para preguntarle dónde quedaba Santa Rosa de los Pastos Grandes y la ruta se presentaba con insólitas bifurcaciones. 

A eso le sumamos que nuestro destino, al menos en el Google Maps del celular, no figuraba. En simples palabras, solo veíamos como el punto azul se desplazaba por el medio del mapa, pero desconocíamos cuántos kilómetros nos faltaban recorrer. 

¡Nos perdimos en un salar!

Después de ir y volver por varios caminos, nos decidimos por uno. A los cinco minutos detectamos que habíamos ingresado a un salar, pero supusimos que era parte de la carretera. 

Tras 15 minutos sin novedades, optamos por volver sobre nuestros pasos. Estábamos perdidos, en plena noche, en un salar desconocido, solos, con hambre y sin saber cuánto combustible le quedaba al Renault 4. 

Manejamos hasta la misma esquina donde habíamos tomado un desvío, nos detuvimos a esperar que alguien pase por el lugar y por suerte, en menos de 10 minutos, vimos unas luces en el horizonte. 

Una camioneta, perteneciente a una empresa del lugar, frenó y nos dio toda la información que necesitábamos para continuar viaje a Santa Rosa de los Pastos Grandes. Finalmente accedimos al camino correcto y llegamos en minutos. 

Una bienvenida de lujo

No les puedo explicar la felicidad que tuvimos cuando giramos en una curva y nos topamos con todas las casas del pueblo. Habíamos pasado tantas horas en el medio de la nada, que ingresar al lugar nos brindó una sensación de triunfo. 

Las cosas seguirían mejorando porque nos topamos con los vecinos de Pastos Grandes, a quienes habíamos conocido en Olacapato, y nos llevaron hasta el hospedaje que nos habían reservado. 

Resultó ser una casa hermosa, a estrenar, con espacio para 11 personas, baño y hasta un comedor super amplio. ¡Un lujo!

En medio de toda esta situación, una camioneta se estacionó en la puerta del lugar y le dio un regalo a Iván, piloto del Renault 4 y creador del Rally Solidario Argentino. Al abrirlo nos dimos cuenta que era un libro con toda la historia de Pastos Grandes. 

Y el broche de oro fue haber recibido una olla gigantesca, con una cena elaborada para todos nosotros. La noche anterior habíamos comido muy poco y en ese día no hubo almuerzo, por lo tanto, esos platos fueron una fiesta para nuestro organismo. 

Sinceramente no teníamos palabras para agradecer esa bienvenida. Realmente nos emocionó al punto que tuvimos las sonrisas dibujadas en nuestras caras hasta que nos fuimos a dormir. 

Y hablando de dormir, eso sucedió al poco tiempo. Luego de comer, elegimos una cama y cerramos los ojos casi de forma automática. Al otro día hubo muchas sorpresas más, pero eso ya amerita una nueva nota. ¡Habrá que esperar un poquito más!

Más sobre el tercer Rally Solidario Argentino 

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