Tras un día intenso donde conocimos el corazón de Londres, volvimos al hotel y nos preparamos para disfrutar la última noche en la ciudad. ¿Nuestro plan? Un largo paseo por Harrods.
Luego de un buen baño en el hotel Marlin Waterloo, dejamos la habitación para tomar nuestro querido metro en la estación Lambeth North y desplazarnos hasta Knightsbridge Station. No era la primera vez que hacíamos este recorrido subterráneo, por lo tanto estábamos un poco más orientados.
Llegamos, caminamos por la lujosa Brompton Rd y en cuestión de minutos quedamos frente al enorme centro comercial. De día es hermoso, pero de noche su belleza se incrementa ya que un sistema de luces le dan el toque especial.
A conocer el edificio de 171 años
Nuestra primera visita a Harrods fue muy breve y por eso decidimos volver para conocerlo mejor. Desde que ingresamos nos quedamos impresionados por la estructura emblemática, la cual alberga locales con las marcas más prestigiosas del mundo.
A esta altura conocerás bien el perfil de viajeros que nos identifica y por lo tanto está de más mencionar que no visitamos el lugar para hacer compras (y de querer, no hubiésemos podido). Solo fue un paseo para conocer un poco más la cultura londinense.
Explorar el centro comercial de 90 mil metros cuadrados en una sola noche claro que era imposible. Más aún si queríamos pararnos a mirar todas las vidrieras. Es por eso que el recorrido fue aleatorio.
Notamos que los productos exhibidos son distintos a medida que cambias de piso. En los niveles superiores están los más caros de todos y, si de exclusividad hablamos, sobre la terraza del Harrods hay una galería de perfumes donde se exponen las unidades más caras del mundo.
Hay sitios que no pueden ser fotografiados debido a las normas del lugar, por lo tanto, te recomendamos consultar con el personal para evitar pasar un momento incómodo.
Anécdotas… presentes hasta en la última noche
Este viaje por Londres estuvo cargado de anécdotas y hemos compartido todas. Aquella noche ocurrió una situación luego de ingresar a los sanitarios…
Lejos de ser algo repugnante, sucedió que en un espacio lindero a los lavados encontramos un pequeño mueble donde hay muestras gratuitas de perfumes. Más allá que estén al alcance de todos, son frascos que uno nunca podría adquirir y claro que tienta probar todos… pero no se puede. Hay que elegir de a uno.
¿Y cómo se formó Harrods?
Charles Henry Harrod era un joven que abrió un negocio en Londres durante 1824. 25 años más tarde adquirió otra tienda (que solo tenía una habitación y se encontraba en el mismo lugar que la actual) y junto a su hijo trabajó hasta que la misma se incendió en diciembre de 1883.
Para ese entonces, Harrods ya había adquirido grandes edificios de la zona y empleaba cerca de 100 personas.
Más allá de la desgracia, él se ganó un lugar en el corazón de sus clientes porque se ocupó de entregarle una caja navideña a cada uno. ¿Quiénes la recibieron? Además de integrantes de la Familia Real Británica, el obsequio llegó a otras personas cómo, por ejemplo, Oscar Wilde y Charlie Chaplin.
El tiempo pasó y Charles, después de recibir una muy buena oferta en 1899, vendió su participación en la tienda que continuó creciendo hasta nuestros días. Los magnates la colocaron entre los centros comerciales más importantes del mundo pero, por suerte, nunca olvidaron a su fundador que continúa vigente con su apellido.
De Londres a Buenos Aires
Los primeros años del siglo XX fueron la época dorada de Harrods. Las ganancias obtenidas eran inimaginables y claro que podría haberse expandido por el mundo entero. Sin embargo eso no ocurrió porque sólo abrieron una tienda fuera de Londres: la de Buenos Aires.
El enorme edificio ubicado en pleno centro porteño abrió sus puertas el 31 de marzo de 1914. Fue todo un lujo de la época y aún perdura en las memorias de muchos argentinos.
¿Qué ocurrió? Una empresa egipcia compró la totalidad de la tienda británica en 1985. Al mismo tiempo, el propietario del inmueble argentino buscó independizarse de la inglesa y eso no salió muy bien. La confusa situación llevó a que en 1998 Harrods argentina cierre para siempre.
Un sitio imperdible
De nuevo en Londres y más allá de los inconvenientes empresariales, nadie puede negar que es un sitio hermoso. Tiene 330 locales, cuenta con 23 restaurantes, un spa, supermercado y hasta una panadería.
Se estima que hasta 300 mil personas visitan las instalaciones por día y todos deben cumplir con el código de vestimenta. Sí, tal cual lo lees. A Harrods no se puede ingresar si llevas puesto, por ejemplo, bermudas, shorts de playa y/o camisetas deportivas. ¡Hasta famosos se quedaron afuera!
Último paseo por la ciudad
La noche terminó en el hotel, con vistas hermosas a Londres. Ya habíamos gastado mucha energía y decidimos cerrar la jornada con una rica pizza de pepperoni.
A la mañana siguiente nos despertamos temprano, desayunamos, ordenamos las únicas dos mochilas que utilizamos para guardar toda la ropa del viaje y salimos a recorrer, por última vez, el centro de Londres.
La caminata empezó en el Marlin Waterloo y nos detuvimos cerca, precisamente en el prestigioso Lambeth Palace: un edificio de origen medieval que fue construido en 1435, se encuentra a pasos del Río Támesis y funciona como la residencia oficial del arzobispo de Canterbury.
Todo el lugar es histórico. Al tener tanta importancia religiosa, hay otras instituciones a su alrededor con el mismo nombre, dignas de conocer. A pasos encontrarás la Biblioteca del palacio de Lambeth: el principal depósito de documentos religiosos de la Iglesia de Inglaterra que guarda artículos escritos hasta en el siglo XII.
Casi en la misma manzana podrás disfrutar de la Ronald McDonald House, Fairley House School, aventurarte con el Zip Now London y descansar al aire libre en el Parque del Arzobispo.
La zona se completa con otros dos sitios muy interesantes: el Garden Museum, que sería el único museo de arte, historia y diseño de jardines de Gran Bretaña; y Morton’s Tower, construida en el año 1377 la cual forma parte de la iglesia St Mary at Lambeth. Paisaje muy bonito.
A cruzar el Río Támesis una vez más
Tras este paseo histórico, cruzamos el famoso caudal de agua por el pintoresco Lambeth Bridge y continuamos caminando. A pie concretamos una breve visita al Victoria Tower Gardens South, Abingdon Street Gardens, disfrutamos la inmensa Black Rod’s Garden y nos quedamos un largo tiempo frente a la Westminster Abbey.
A esta última ya la habíamos conocido durante nuestra primera mañana en Londres, pero el apuro de llegar al hotel, sumado a los nervios de no conocer casi nada la ciudad, impidió que la disfrutaramos como se debía.
En esta ocasión recorrimos el frente, la rodeamos y conocimos sus bellos jardines donde se encuentra una entrada estilo gótico, diseñada para ser el acceso real cuando algún príncipe de Inglaterra se va a casar.
Había que regresar al hotel, por lo tanto apuramos el paso luego de apreciar una vez más el Palace of Westminster, observar el Big Ben y cruzar por última vez el Westminster Bridge.
Hasta luego Marlin Waterloo
Ingresamos a nuestra habitación, agarramos las dos mochilas pesadas y nos despedimos del hotel Marlin Waterloo.
De más está decir que en Londres sobran los lugares para alojarse y la mayoría son increíbles. Nosotros solo conocimos el que acabamos de mencionar y nos fascinó. Por eso, si nos preguntan, lo recomendamos sin lugar a dudas.
Atención excelente, buenos precios, habitaciones amplias y una ubicación privilegiada son algunas características que lo representan. No te vamos a mentir… vemos las fotos por la computadora y lo extrañamos.
Camino al aeropuerto
Nos quedaban pocas horas en Londres pero eso no significa que íbamos a privarnos de disfrutar hasta el instante final. Desde el hotel emprendimos el último trekking por el barrio South Bank, conseguimos adentrarnos en las bellas calles londinenses y finalmente llegamos al Blackfriars Railway Bridge donde opera una estación de tren con el mismo nombre.
El ferrocarril urbano fue el último medio de transporte que utilizamos en la capital de Inglaterra. A bordo del Thameslink, circulamos por las vías durante 35 minutos hasta llegar al Gatwick Airport donde un moderno avión de Norwegian Air UK nos estaba esperando.
Final de un sueño… comienzo de otro
Y así fue como cerramos nuestro increíble viaje por Londres. En horario despegamos y, cuando nos quisimos dar cuenta, ya estábamos sobrevolando Europa.
El viaje de regreso duró casi lo mismo que a la ida. Una vez más, el servicio a bordo fue increíble y, gracias a la modernidad de la aeronave, los asientos se destacaron por su comodidad y el enorme espacio que existe entre ellos.
Tras vivir una aventura inolvidable, el domingo 3 de marzo del 2019, precisamente a las 8.40, ingresamos a la sala principal del Aeropuerto Internacional de Ezeiza, en Buenos Aires, Argentina.
Entre viajeros nos gusta decir que un viaje se vive tres veces: cuando se planifica, cuando se presencia y cuando se lo recuerda. La frase ya es un clásico pero eso no le quita su veracidad.
Planificarlo fue una locura, vivirlo una de las cosas más lindas de nuestra vida y recordarlo, mientras escribimos estas palabras, una experiencia que realmente emociona.
Aún no tuvimos la oportunidad de regresar, ni tampoco subimos a otro avión con destino a Europa. Sin embargo, las ganas están y seguimos organizando proyectos a corto plazo. No hay dudas que se hará realidad en los próximos días, meses, años o décadas. ¿Quién sabe?
En cuanto a Londres, ya lo dijimos todo. Un lugar único. Sus miles de años la convirtieron en una ciudad que aprendió mucho. Claro que tiene sus falencias, como todas, pero a nosotros nos encantó.
Sus calles, sus edificios, su gente, su cultura, su paisaje… pasarán los años, pero nunca olvidaremos aquella semana donde hicimos realidad un sueño: nuestra primera experiencia europea.