Gouin, un pequeño pueblo a 16 kilómetros de Carmen de Areco, es un rincón muy especial, donde todo viajero se siente cómodo al llegar. Conocer la Capital Nacional del Pastel fue muy especial y estamos ansiosos de compartir la experiencia con vos.
Pero este maravilloso viaje, que realizamos como Embajadores Locales de Destinos Turísticos Inteligentes, tuvo una parada previa para almorzar un excelente costillar de campo en la Feria Vieja – Centro Ecuestre.
En dos párrafos te resumimos todo, pero tranquilo/a que es solo la entrada. Agarrá los cubiertos y preparate porque, a partir de ahora, llega el plato principal.
Almuerzo de élite
Tras haber paseado por el centro histórico, conocer el balneario y descubrir las fantásticas historias que tiene la vieja estación de Carmen de Areco, la panza empezó a rugir y la mente nunca se imaginó lo que estábamos a punto de degustar.
Desde la estación nos trasladamos en las combis, directamente a La Feria Vieja: un hermoso centro de ecuestre, ubicado a pocos kilómetros del centro, donde reina la naturaleza y fuimos recibidos como invitados de honor.
Luego de atravesar un jardín que tiene como 100 metros de longitud, descendimos y tímidamente caminamos hasta el fondo del terreno, donde un enorme grupo de personas sonrieron al vernos.
Entre saludos con el codo y sonrisas ocultas por el barbijo, los ojos no resistieron y apuntaron directamente al suelo, donde se estaba cocinando un tentador costillar al estilo campestre.
Claro que ese fue el primer tema de conversación y cuánta felicidad sentimos al enterarnos que era para nosotros. Sinceramente, una sorpresa única.
Entre caballos y naturaleza
El plato de comida se venía cocinando desde las 7 de la mañana y nosotros llegamos a las 13 horas, pero aún le faltaba el último toque de calor y por eso aprovechamos el momento para conocer el predio.
Luego de dar una pequeña vuelta, nos reunimos en círculo para escuchar la historia del sitio y la importancia que tiene en Carmen de Areco. Allí todo gira alrededor del bienestar del caballo.
Los animales se entrenan, pastorean, son cepillados, reciben comida a diario y hasta pueden galopar con pura tranquilidad. Son los protagonistas del paisaje, el cual se complementa con hermosos árboles.
El momento más esperado
Mientras interactuamos con distanciamiento social, nos invitaron a probar los sandwiches de carne recién preparados. Desde el primer mordisco, todo fue un placer inagotable para nuestro paladar.
El equipo de El Diario de Viaje solo probó dos unidades, pero tranquilamente podría haber ingresado al organismo una tercera. Obvio que la ofrecieron, pero nosotros dijimos “no, gracias” para dejar un poco de lugar en el estómago.
¿Había solo carne? Aunque se trataba del plato principal, en La Feria Vieja también tenían preparado un menú vegetariano. Una de las embajadoras DTI lo probó y quedó maravillada.
Baile y pastelitos
Al terminar el almuerzo, tuvimos la libertad de seguir conociendo a los caballos. Realmente eran todos muy distintos y los trabajadores del lugar tienen la habilidad de identificarlos a cada uno por su nombre.
La caminata sirvió para hacer la digestión. Luego, regresamos al punto de partida y de golpe una guitarra empezó a sonar.
Era una melodía excelente, por lo tanto todos pusimos atención a quien la sostenía y en cuestión de segundos se generó un clima excelente, seguido de bailes y hermosos cantos.

En nuestra mente nada podía ser mejor pero, mientras que la mirada estaba puesta en el espectáculo cultural, nos invitaron con pastelitos de membrillo. El broche perfecto.
Admitimos que no somos fanáticos del producto pero ese nos encantó. Cada bocado fue una mezcla de sabores única y luego nos enteramos por qué estaban tan buenos: Carmen de Areco siempre se destacó por sus excelentes maestros pasteleros.
Despedida con cabalgata incluida
La tarde avanzaba y nuestra hoja de ruta reclamaba que empezaramos a despedirnos. Sin embargo, aprovechamos hasta el último minuto en La Feria Vieja, donde ya tenemos ganas de volver.
El cierre fue con una cabalgata. ¿Quiénes se subieron a los caballos? El grupo de tradicionalistas que nos recibió, armó el asado, organizó toda la tarde y nos acompañaron en cada instante.
Todos descendientes de gauchos, lucieron de principio a fin vestimentas clásicas del campo. No solo estaban impecables, sino que además eran prendas que habían pasado de generación en generación.
El valor sentimental duplica al económico en estos casos, por eso, verlos montar en estas condiciones fue algo sumamente emocionante.
Y así nos despedimos. No alcanzaron las palabras de agradecimiento por la hermosa tarde y, como mencionamos en líneas anteriores, no hay duda que volveremos a visitarlos en cuanto se pueda.
Gouin
Con la panza feliz, partimos hacia la siguiente aventura. La combi cruzó la Ruta Nacional 7 y empezamos a rodar sobre un camino de tierra, pero muy bien mantenido, que nos llevaría directamente a Gouin.
El viaje duró menos de 25 minutos y finalizó frente a la plaza principal del pueblo turístico, hoy habitado por 500 personas. Tuvimos 60 minutos para recorrerlo a nuestro gusto y no desperdiciamos un solo segundo.
Antes de las anécdotas, un poquito de historia: Gouin es una localidad de Carmen de Areco y en sus años dorados alcanzó una población máxima de 3.000 habitantes.
Allí convivían argentinos, ingleses e irlandeses, que principalmente se dedicaban a la industria de la lana y también trabajaban en tareas agrícolas.
Y con tanta producción, lo adecuado era construir una estación ferroviaria y se hizo. La misma comenzó a funcionar en 1908, fue de primera categoría y por sus vías circularon trenes hasta el 2002.
La caminata
Desde la plaza principal caminamos 100 metros y nos encontramos con el Bar Don Tomás. Su enorme puerta ubicada en una esquina nos dio la bienvenida, para luego avanzar sobre su piso de madera con los ojos puestos en la decoración.
La construcción, con más de un siglo en pie, permitía imaginar a simple vista todos los bonitos momentos que varias generaciones habrán compartido en ese local.
Para nuestra sorpresa, no siempre fue un bar. El lugar se construyó en 1902 para albergar la primera escuela de Gouin.
Compramos una botella de agua y seguimos el paseo a pie, escuchando la brisa de verano golpear con suavidad en las hojas de los enormes árboles, fieles testigos de las historias locales.
La vieja estación
En línea con el bar aparece la vieja estación. Se puede llegar caminando o en vehículo hasta pocos metros antes del andén, donde hoy muchos disfrutan excelentes platos de comida.
¿Comida? Así es. La construcción se mantiene en perfecto estado y un restaurante funciona en su interior los días sábados, domingos y feriados.
Es un sitio ideal para comer, conocer su historia y admirar el paisaje. Hay espacio de sobra para colocar las mesas con distanciamiento protocolar, entonces, nunca se podrá generar un ambiente multitudinario.
Sería hermoso que el Ferrocarril Belgrano volviera a funcionar en este recorrido, pero mientras eso no ocurra, la fotogénica Estación Gouin seguirá en buenas manos.
Paseo finalizado
Despedimos la estación y nuestras piernas nos acompañaron a seguir la breve caminata por la localidad carmense.
Nos topamos con el Club Sportivo Gouin, observamos la cálida mezcla entre casas nuevas y antiguas, sacamos muchas fotos y todos los embajadores nos volvimos a encontrar en la plaza principal.
Cabe mencionar que por todos lados (incluida la plaza) hay carteles que anuncian “Fiesta Nacional del Pastel”.
¿Qué significa? Que en Gouin el segundo fin de semana de diciembre se organiza la celebración mencionada, la cual funciona como evento cultural y turístico.
Muchas personas disfrutan la localidad por 48 horas, donde hay degustaciones, shows musicales y todo tipo de actividades festivas.
En 2020 la pandemia complicó todo y solo hubo eventos virtuales, pero ojalá que en 2021 la edición número 27 se realice en su máximo esplendor y que nosotros podamos estar presentes. ¡Volveremos a visitarte Gouin!
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