La Calle Corrientes no es un simple trazado disponible para vehículos, ciclistas y peatones, en pleno centro de Buenos Aires. Se la puede identificar como un verdadero icono de la República Argentina. 

Famosa en todo el mundo, miles de personalidades la recorrieron de punta a punta, con el objetivo de explorar sus teatros, las pizzerías, heladerías, librerías, cafeterías y los emblemáticos comercios que allí se encuentran. 

Esta gran importancia se la dio su gente. Con el paso de las décadas se ganó el cariño de muchos y es por eso que en la actualidad es una avenida totalmente distinta a las establecidas en el país. 

Obvio que es imposible conocerla en un solo viaje. Nosotros, que nacimos en Buenos Aires, aún seguimos sorprendidos cuando caminamos y descubrimos nuevos espacios cargados de cultura. 

Aunque hay paseos turísticos, lo cierto es que se la puede disfrutar por cuenta propia. Hay muy buena información sobre las atracciones turísticas y cada cuadra tiene mapas públicos para orientarte mejor. 

No hay visita a Buenos Aires sin un breve paseo por la Calle Corrientes. Está cerca de todo, se cruza con el Obelisco y, aunque no se encuentra totalmente en el barrio porteño de San Nicolás, allí está el sector principal. 

Todo empezó con un camino de tierra

Aunque cueste mucho imaginar que esta avenida fuera de tierra en sus comienzos, es la realidad. Allá por el siglo XVIII, cuando la ciudad recién se expandía por fuera del centro histórico, el sendero ganó popularidad. 

Conectaba la joven ciudad con algunas aldeas lejanas y se lo conocía como “Camino del Sol”. Ese fue su primer nombre. 

Un nuevo cambio importante tuvo lugar en 1729 cuando se fundó la iglesia de San Nicolás de Bari, en donde hoy está el Obelisco. El nombre del templo pronto sería el título del barrio y también de la avenida. 

De esa manera se mantuvo todo prácticamente igual durante largas décadas. De a poco la zona ganó nuevos vecinos y las construcciones tomaron protagonismo. 

Finalmente, Calle Corrientes

La importancia de esta avenida se disparó cuando comenzó el siglo XIX. Ya no era un simple sendero porque se la consideraba una de las más importantes de la época. 

En 1808 se sometió a un nuevo cambio de nombre. Pasaría a llamarse “Calle Inchaurregui” en honor a José Santos de Inchaurregui, quien defendió a la Argentina ante las “Invasiones Inglesas”. 

El nuevo título no duró mucho. Tras la Revolución de Mayo en 1810 se la empezó a llamar “Calle Corrientes” de manera no oficial, para hacer mención a la ciudad argentina, considerada como la primera en adherirse a la causa de la Independencia. 

Al notar que, culturalmente, la denominación había quedado impregnada, se decidió colocar “Calle Corrientes” como nombre oficial en 1822. No hubo modificaciones desde entonces. 

La cuna del primer ferrocarril argentino

A esta altura de la nota podemos decir que la primera mitad del siglo XIX sirvió de una muy buena base para todo lo que sucedió luego. Entre 1850 y 1900 los cambios fueron abismales. 

Precisamente en 1857, Calle Corrientes recibió al primer ferrocarril de la argentina, que circulaba entre la actual calle Riobamba y Pueyrredón. 

Y así como llegó el tren, se fue. A mediados de 1873, debido a la urbanización que no dejaba de crecer, se suspendió el trayecto mencionado y las vías fueron retiradas en 1892. 

En cuanto a lo cultural, en 1872 se llevó a cabo la inauguración de tres teatros emblemáticos: el Ópera, Odeón y el Politeama Argentino. Lamentablemente, los últimos dos ya no existen. 

Siglo XX, cambalache

Cuando el panorama de Calle Corrientes no podía ser mejor, la zona empezó a ser frecuentada por grandes tangueros, quienes pasaban días y noches entre sus esquinas. 

No en vano muchas letras de este género musical hacen mención a la avenida. Un ejemplo perfecto para analizar la importancia social de la misma. 

Su popularidad exigió realizar importantes ampliaciones. Si bien el proyecto se lanzó en 1910, recién se comenzó a trabajar en 1931, terminando todo en 1936. 

Si, fueron esas mismas obras las que exigieron la demolición de la Iglesia San Nicolas y se llevaron a cabo en simultáneo con la construcción del Obelisco y la Avenida 9 de Julio. 

Ya que mencionamos al transporte, los años 30 también fueron importantes para el Subte porteño. Aunque la Línea A ya existía, bajo Corrientes se construyó la Línea B. El primer tramo, entre Lacroze y Callao, se inauguró el 17 de octubre de 1930.

Cada vez más turística

Sus bares, pizzerías, teatros, heladerías y demás centros gastronómicos se incrementaron durante el siglo XX y eso continúa hasta nuestros días. 

Todo tipo de sabores exquisitos se pueden probar en los locales que, ya no tendrán los famosos letreros de neón, pero mantienen su calidad intacta. 

En cuanto a la avenida, desde el 2003 que se renueva constantemente. En dicho año se llevaron a cabo grandes obras de ensanche en las veredas, que pasaron de tener 3,5 a 5 metros. Hubo que eliminar un carril para vehículos. 

Otro trabajo similar se concretó en 2009, cuando toda la Calle Corrientes se redujo de seis a cuatro carriles, con el fin de que sus veredas ganen 2,80 metros. 

Finalmente en 2019, bajo el mismo concepto, se construyó un carril exclusivo para buses y taxis que de noche se vuelve peatonal. 

Ampliar las veredas fue necesario para que los millones de turistas puedan caminar sin inconvenientes, disfrutando el paisaje urbano desde diferentes ángulos. 

A caminar

Aunque existan muchas alternativas para recorrer Calle Corrientes, nosotros elegimos caminarla. No hay mejor opción para disfrutarla en detalle. 

Atraviesa diferentes barrios, las cuadras no son todas iguales y, por lo general, siempre hay mucha gente. Detalles que vuelven la experiencia aún mucho más especial. 

Es un gran lugar histórico, que a la vez está conectado con muchos otros edificios emblemáticos. No hay dudas que la avenida está entre las más famosas del país. 

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